Desde que grupos rebeldes, encabezados por el HTS y apoyados por Turquía derrocaran el régimen de Bashar al-Assad, todas las miradas están puestas en Siria y en lo que pueda suceder, en un futuro próximo o lejano.
Siria es en un país clave para los intereses internacionales de potencias imperialistas como EEUU, Rusia; y en este caso con mas intención de Turquía e Israel, quienes están participando directamente.
El que estaba al frente del régimen autocrático, Bashar Al Alshad, se encuentra al parecer refugiado en Rusia, mientras salen a la luz los enormes crímenes, además de la falta de libertades que ha sufrido la población siria, cometidos durante ese periodo. Dicho esto, resulta incierta la situación ante lo que representa la fuerza que entró en Damasco tras la caída, la denominada Hayat Tahrir al-Sham, ya que se ha señalado su naturaleza islamista, y que ya ha anunciado que no tardará en formar gobierno.
Las diversas potencias extranjeras, monstruosos Estados-nación con aspiraciones imperialistas siempre han tratado de influir en Siria; si Al Assad tenía aliados tan poderosos como Rusia e Irán, la cosa ahora ha cambiado radicalmente y la fuerza que puede finalmente encabezar el Estado tiene a Turquía, que parece que quiere resucitar el imperio otomano, como uno de sus principales socios. Erdogan ha sido uno de los azotes hacia el pueblo kurdo, que ha llevado a cabo una encomiable revolución en el noreste del país en la zona conocida como Rojava.
Rojava lleva mucho tiempo buscando la autonomía en una región dominada por estados opresores y fuerzas fundamentalistas. El cambio de prioridades de Estados Unidos la ha dejado cada vez más vulnerable y el regreso de Trump amenaza con intensificar ese aislamiento, lo que podría obligar a las fuerzas kurdas a formar alianzas precarias o a enfrentarse a amenazas simultáneas de Asad y Erdogan.
El futuro de Rojava depende de que sepa sortear las dinámicas de poder regionales e internacionales y, al mismo tiempo, salvaguardar su compromiso con valores como la democracia directa, la autonomía pluralista, el socialismo libertario, la ecología y el feminismo. La supervivencia del proyecto puede depender de una solidaridad internacional sostenida en un panorama geopolítico cada vez más volátil.
Recordemos la liberación de las mujeres que ha supuesto Rojava, organizadas además como unidades de protección, una revolución de encomiable influencia anarquista, con la ecología social como uno de sus principales rasgos, un ejemplo de pluralismo y autonomía dentro de una estructura confederal. Esta situación, con varios cantones en la región, lleva produciéndose desde 2012 cuando los kurdos aprovecharon el vacío de poder producido tras las retiradas de las fuerzas del régimen sirio.
La principal amenaza, claramente, es Turquía, quien tiene un historial considerable de racismo contra los kurdos bien alimentado por Erdogan, aunque hay que estar muy atentos a esa condición islamista, antiguos yihadistas que ahora tratan de lavar su imagen, que forma parte del posible nuevo gobierno sirio. Y es que ese blanqueamiento de Hayat Tahrir al-Sham ha estado presente desde hace semanas en los medios occidentales, denominándoles sobre todo «rebeldes» contra el régimen de Al Ashad, esperemos no obstante que cumplan su promesa de respetar a las minorías y crear un sistema aceptablemente plural.
Sea como fuere, lo que está claro es que Rojava, que es lo que tenemos que defender con todas nuestras fuerzas en nombre de eso tan convulso que llamamos humanidad, está en peligro. Es evidente que ningún Estado-nación del mundo va a tolerar una comunidad autogobernada como la de Rojava, ejemplo de resistencia emancipadora en un mundo sangrante. Pensar que ese ejemplo pueda extenderse y ser una alternativa, y no solo en Siria, es un sueño quizá no tan utópico.