El anarquista y geógrafo ruso nos advirtió a principios del siglo XX de las preocupantes transformaciones en el medio ambiente, posiblemente debido a la actividad humana.
Dentro de la tradición socialista el anarcocomunismo fue pionero y el más consistente defensor de la Naturaleza. La integración de la agricultura con la pequeña industria, la reconfiguración de la técnica a una escala humana y la producción de valores de uso y no de objetos para el lucro abonan en esa dirección.
De Piotr Kropotkin (1842-1921), estudioso del fenómeno de la desecación de los interiores continentales, a Murray Bookchin (1921-2006), quien un siglo después advirtió sobre los efectos nocivos de los combustibles fósiles, más otros pensadores ácratas que le siguieron se observa esta preocupación permanente.
Kropotkina se alistó en 1862 en el regimiento cosaco de Transbaikalia (Dauria) en Asia central, empleo que le permitió realizar tanto sus trabajos científicos como participar del espionaje que el Imperio ruso practicaba a la vecina China. Escribía en sus memorias que en esa estancia de cinco años comenzó a apreciar la diferencia que existía entre el principio del mando y la disciplina o valerse del apoyo mutuo preparándose así el terreno para desarrollar sus tesis anarquistas.
El geógrafo ruso exploró también una vasta región llegando a la ciudad de Chitá después de vagar durante tres meses “por el desierto de montañas casi completamente inhabitado… el viaje me fue de gran utilidad, ayudándome extraordinariamente a encontrar la base de las estructuras de las sierras y mesetas de Siberia”. A la vuelta, la Sociedad Geográfica Rusa encomendó a Kropotkin investigar las morrenas y los lagos glaciales de Suecia y Finlandia, lo que lo llevaría a realizar un hallazgo sorprendente, insuficientemente valorado en su época: la desertificación de territorios antes cubiertos por inmensas capas de hielo. Hipótesis que formularía en su estancia carcelaria en la fortaleza de San Pedro y San Pablo (San Petersburgo).
El descubrimiento, su contexto y las implicaciones los relata el sociólogo y teórico urbano Mike Davis (1946-2022) en «El desierto que viene. La ecología de Kropotkin» (2017). Las observaciones del geógrafo ruso lo llevaron a concluir que, al retraerse las capas de hielo en Eurasia la estepa septentrional, se transformó en un mosaico de lagos y marismas para gradualmente desecarse y convertirse en praderas y, posteriormente, en desiertos.
Desde este enfoque, la desecación era un proceso continuo que ocasionaba, no que era ocasionado por, la disminución de las lluvias, y que podía observarse a lo largo de todo el hemisferio norte. Hipótesis que presentó Kropotkin en la reunión de la Sociedad Geográfica Rusa de 1874. Mike Davis destacaba que Kropotkin fue el primer intento de realizar una investigación exhaustiva del cambio climático natural como una fuerza motriz de la civilización.
Los griegos notaron que la acción humana modificaba el paisaje y alteraba el clima
Esto último advirtieron ilustrados y victorianos, quienes relacionaron la agricultura extensiva y la tala de los bosques con el cambio climático, si bien con la convicción de que el clima era fundamentalmente estable y las variaciones drásticas eran consecuencia de acontecimientos atípicos. El descubrimiento de Kropotkin confrontó esta ortodoxia al exponer en la Sociedad Geográfica en 1904.
El clima había estado cambiando continuamente en un sentido unidireccional y sin ayuda del hombre a lo largo de la historia. Sin embargo, la especulación de que hubiera en Marte una civilización avanzada constructora de canales artificiales para irrigar los cultivos fue el descubrimiento que acaparó la atención de la opinión pública y del inventor mexicano Juan Nepomuceno Adorno que era también compartía esa misma opinión.
Un geógrafo de Yale, mejor publicista que científico, Ellsworth Huntington, suscribió parcialmente el planteamiento del anarquista, atribuyendo el cambio climático a grandes oscilaciones provocadas por el Sol que duraban siglos, alternándose periodos de lluvias con sequías gigantescas. Infortunadamente, la ciencia de la época era incapaz todavía de proporcionar un modelo climático adecuado a la teoría del geógrafo ruso.
Tras 41 años de exilio, Kropotkin retornó a su patria en 1917 mientras redactaba el libro «Glacial and Lacustrine Periods«, publicado en Rusia 1998. Sea por causas naturales o por la intervención humana, el progresivo calentamiento del interior de Asia con la consecuente desecación, alertan los científicos podía ser el preludio para la futura expansión de los desiertos hacia el norte.