El presidente del gobierno Pedro Sánchez mantiene un doble rasero con el gesto del futuro reconocimiento de Palestina, mientras sigue manteniendo relaciones diplomáticas y armamentísticas con Israel.
El conflicto en Palestina se recrudece con los últimos acontecimientos que vamos conociendo, Israel ha cruzado todas las líneas rojas en su escalada de venganza y pone en jaque la paz en Oriente Medio. El ataque a la ONG World Central Kitchen en Gaza y el bombardeo de la Embajada iraní en Siria apuntan a Israel como la mayor amenaza para la humanidad.
Israel ha perdido ya toda contención en su carrera de destrucción y desprecio del derecho humanitario y la seguridad internacionales. A la reciente masacre del hospital Al Shifa, en el norte de Gaza, añade ahora el asesinato de siete trabajadores humanitarios en la Franja, cuatro de ellos extranjeros, y el mortífero ataque contra el consulado iraní en Damasco, cuyas consecuencias pueden ser devastadoras para la frágil estabilidad de Oriente Medio.
El Gobierno planea reconocer al Estado palestino en el primer semestre de este año, incluso ha hablado de su incorporación dentro dentro de la ONU. Si cumple su promesa, esta podría llegar incluso antes del verano, coincidiendo previsiblemente con la campaña de las elecciones europeas del 9 de junio.
Este gesto del gobierno del Estado español parece responder a una estrategia electoral y simbólica más que a un acto sincero y real.
Es conocido por todos, que los sondeos de los últimos meses indican un Partido Socialista a la baja, y en gran parte es por el desencanto del electorado de izquierda, que ven como muchas de las decisiones que toma el gobierno responden a intereses económicos y no humanitarios.
A pesar de que el Gobierno de España anunció en octubre la suspensión de la venta de armas a Israel ha incumplido la promesa y ha seguido haciendo negocios armamentísticos. Los colectivos de solidaridad con Palestina exigen un embargo real.
Esta posición contrasta con la posición del gobierno respecto al conflicto de Ucrania, las sanciones a Rusia y el apoyo incondicional a todas las decisiones tomadas por la OTAN, que responden claramente a los intereses de los Estados Unidos.